Este cuento también es de la misma editorial que "Vamos a cazar un oso". Una editorial que tiene verdaderas joyas. Es un libro sorpresivo, que habla de la amistad y de todo el esfuerzo e ilusión que podemos hacer por darle una gran alegría a un amigo/a. Como estamos abordando el tema de las frutas lo trabajamos mucho. Espero poder hacer una dramatización con todas las frutas y los animales que salen en el libro. Además es un libro que nos acerca a otras culturas porque está ambientado en una tribu del suroeste de Kenia. Y eso me fascina mucho más. La autora eligió una niña como protagonista debido a la falta
de historias con mujeres protagonistas que necesitaba en su trabajo como
profesora. Los niños y niñas disfrutarán del recuento de las frutas, de los animales
que aparecen medio escondidos en la selva, y de la sencilla historia con final
sorprendente.
Eileen Browne
Ilustraciones de la autora.
Traducción de María Cecilia Silva-Díaz.
Caracas, Ediciones Ekaré, 1996
Ilustraciones de la autora.
Traducción de María Cecilia Silva-Díaz.
Caracas, Ediciones Ekaré, 1996
La simplicidad narrativa, requisito indispensable de los
libros destinados a los primeros lectores, no es un obstáculo para las lecturas
plenas de sentido cuando se conjuga estéticamente con el lenguaje de la imagen.
Esta idea surge naturalmente después de una primera lectura
de La sorpresa de Nandi.
Al usar conjuntamente el código textual y el código de la
imagen, este libro permite ir más allá de la simple y bella historia de esta
niña de una tribu de Kenia.
Nandi decide sorprender a su amiga Tindi que vive en otro
poblado con una cesta con siete frutas. Tras prepararla, parte con la cesta en
su cabeza y se va preguntando qué fruta le gustará más a su amiga. Mientras se
formula estas preguntas no advierte que siete animales diferentes se van
comiendo paso a paso las frutas hasta dejar la cesta vacía. Pero esta situación
se resuelve gracias a la ayuda involuntaria de un chivo que se desboca y choca
contra un árbol repleto de mandarinas. Con el golpe, una cantidad de estas
frutas cae sobre la cesta vacía de Nandi. Cuando llega al poblado de Tindi y le
entrega su regalo, la amiga le agradece las mandarinas, que son su fruta
favorita, y la sorpresa se logra por partida doble. Una hermosa imagen final a
toda página corona sin palabras esta historia de amistad: Nandi y Tindi
comparten alegremente unos gajos mientras se miran sonriendo.
Este juego de sorpresas tiene como invitado privilegiado al
lector infantil, que gracias a los hechos mostrados por la ilustración, llena
de dinamismo y colores brillantes, se convierte en un espectador cómplice del
cambio que se opera en la idea original de Nandi ya que sabe lo que va a
suceder antes que la protagonista. Por lo tanto, la secuencia narrativa
propuesta a través del código de la imagen lleva con sutileza al lector a poner
en juego estrategias de anticipación propias de la lectura.
Esta invitación a la complicidad parece confirmarse en los
ojos negros de Nandi que "mira" al lector antes de partir y le
muestra el apetitoso regalo. Esta "mirada" se reitera al final cuando
Nandi se sorprende por el nuevo contenido de su cesta.
El doble juego entre la imagen y el texto permite que los
niños que aún no leen participen activamente en la construcción de la historia
mientras la escuchan. Esto es posible gracias a la secuencia que ofrece la
ilustración, ya que el texto se limita a reproducir en una suerte de monólogo
interior las preguntas ingenuas de Nandi, ajena a la situación que se va
revelando por medio de la imagen. De esta manera se logra una forma interesante
de involucrar en forma privilegiada a los pequeños lectores de imágenes: en
este libro "sabe" más el que lee la imagen que el que lee el texto.
(Texto extraído de Imaginaria)
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